VELÁZQUEZ 45 BY PILLOW (***)
Velázquez 45
28001 Madrid
Habitación: 705
Fecha de entrada: 16/12/2021
Tarifa: 75€
En el mismo corazón del barrio de Salamanca, en una espléndida ubicación en uno de esos clásicos edificios de ladrillo rojo, con balcones con marcos de molduras blancas labradas y barandillas de forja negra. Entre los bajos, ocupados por tiendas de moda, hay que buscar la discretísima puerta, apenas señalada por dos pequeñas macetas, que da acceso a un frío, feo y estrecho portal de paredes grises y luces gélidas. Allí, un panel a la derecha nos explica que las primeras plantas del edificio están ocupadas por distintas oficinas y que debemos subir hasta la planta siete en la que encontraremos la recepción. Junto a un puñado de escaleras (o una rampa anexa) hay una pequeña mesa en la que durante el día entendemos que estará el portero de la finca.
Un viejo y pequeño ascensor de puertas automáticas nos lleva hasta la séptima planta. Al abrirse las puertas aparecemos en un enorme espacio de suelo de madera clara muy cuidada, recubierta en algunos trozos con clásicas alfombras. Balcones a la calle en la pared izquierda. Decorado como un agradable y coqueto salón: sofás de cuero y butacas en tonos pastel con mesas bajas, ligeras librerías llenas de libros, luces indirectas, lámparas, algunas plantas... Y allí delante, una coqueta mesa de trabajo, clásica, de patas labradas y tapa de piel, con un flexo de aire retro, un portátil y una impresora y una persona que nos atiende amable a nuestra llegada.
Los trámites de registro son un poco lentos, hasta que al final nos entrega un papel con la tarjeta blanca que hará las veces de llave de la habitación. Nos indica el funcionamiento del wifi, que es rápido y estable en todo el espacio y el camino que debemos seguir hasta la habitación. Por detrás de la mesa de recepción recorremos un pasillo en el que a la derecha se encuentra la larga mesa en la que por la mañana se sirve el desayuno. En el lado izquierdo están las mesas, ya preparadas -porque es muy tarde- para disfrutarlo. Ese pasillo termina en otro más estrecho todavía, en el que la madera, algo antigua, cruje algo. Allí encontramos un antiguo ascensor, minúsculo, de puerta manual por fuera, y automática por dentro, que nos sube un piso hasta llegar al que se encuentra nuestra habitación. Saliendo del ascensor, un estrecho pasillo cubierto por una alfombra nos lleva hasta la moderna puerta de la habitación.
Tras ella, caemos directamente en el espacio del dormitorio. Paredes en beige en la parte de arriba y gris en la parte de abajo. Suelo de madera algo grisácea muy limpia y cuidada. La pared del cabecero está recubierta por un papel pintado en tonos pastel y formas geométricas. Junto a la puerta está la ranura que activa la luz de la habitación, y un par de interruptores. Justo debajo, un maletero de metal con lamas de tela. Y allí mismo, la cama. Vestida en blanco. Grandes para ser individual y algo justa para ser doble. Dispone de unas ruedas que quizá no tienen el freno activado, porque al meternos, se desplaza un poco de la pared. Dos almohadas, dos cojines grises y dos de color caldero. Colchón de buen calibre sobre un canapé recubierto por una tela grisácea. Sobre ella se presentan dos toallas de baño enrolladas. Empotrada sobre una madera labrada en color blanco que recorre toda la pared presenta a cada lado sendas mesillas redondas de patas metálicas finas y tapa de mármol. Sobre ellas enchufes disponibles e interruptores para pagar las luces de la habitación. Por encima del cabecero, anclados a la pared hay dos flexos de aire retro y metal negro que permiten el trabajo desde la cama. En una de las mesillas hay un aparato de teléfono, el mando de la televisión y el mando para el aparato individual de aire acondicionado, que ubicado encima de la puerta de entrada, funciona con cierta efectividad y escasa sonoridad. En la otra mesilla hay una botella de agua mineral grande de cortesía.
A la izquierda de la puerta de entrada está el armario. Blanco, exento con dos puertas. En uno de los cuerpos, baldas con la caja fuerte y un minibar vacío y en el otro, un perchero largo con una decena de perchas antirrobo.
En la pared del fondo hay una ventana baja, de madera blanca que da a un oscuro, estrecho y angostísimo patio interior, recubierta con un visillo y una gruesa cortina de color gris. A su lado hay un pequeño escritorio de madera de corte antiguo, muy natural, con patas metálicas negras. Sobre él una lámpara de mesa también de aire retro y una bandeja blanca sobre la que hay dos vasos, dos tazas, un hervidor de agua y varios servicios de café y té. Encima de la mesa hay un doble enchufe USB disponible y por encima una pantalla de televisión plana con un soporte dirigible para poder verla desde la cama. Por debajo de la mesa hay una butaca tapizada en color mostaza algo sucia. Al lado de la televisión, un aplique en la pared expande una potente luz fría.
Detrás de la puerta de la habitación hay un espejo de cuerpo entero y a su lado un feo cuadro de luces. La sensación general es de modernidad pero también de espacio escaso y angosto. El descanso no resulta cómodo porque durante toda la noche se mantiene una extraña vibración en la habitación, y además, el ascensor que nos ha subido a nuestra planta, corre junto a una de nuestras paredes y cruje fuertemente cada vez que sube o baja (menos mal que al ser tarde, no lo hace demasiadas veces).
Junto al armario está la blanca y moderna puerta del baño, muy iluminado con luz fría y blanca. Suelo porcelánico gris claro y porcelana casi negra en las paredes. Espacio amplio. Frente a la puerta un pequeño lavabo exento apoyado en unas finas patas metálicas negras. De ellas cuelgan dos toallas de lavabo, blancas de correcta calidad. En la encimera un bote blanco de jabón de manos. Por encima un espejo enmarcado en madera oscura con aire retro. Por debajo del lavabo, en una caja hay un secador de pelo de buena potencia y un par de rollos de papel higiénico de reserva. Además, en la pared, un enchufe y un espejo de aumento algo enclenque.
En el lado izquierdo del baño, un inodoro de porcelana blanca con un precinto de plástico. A su lado una papelera de metal con pedal, y un portarrollos. A su lado, la generosa cabina de ducha, rematada con una regadera de teléfono y una puerta corredera de cristal. Dentro, un feo dispensador de gel en plástico blanco, que ofrece espuma de jabón. Presión, caudal y temperatura más que correctas.
Por la mañana, en la recepción la salida resulta tan fría como rápida.
Calidad/precio: 8
Servicio: 8
Ambiente: 8
Habitación: 7
Baño: 7.5
Estado de conservación: 8
Desayuno:
Valoración general: 8